La humanidad entra en una nueva era
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Y a dónde vamos con tanta prisa? Si tienes cinco minutos, permíteme repasar la breve trayectoria de la humanidad:
Desde la Prehistoria (éramos animales, pero aprendimos a escribir), pasando por la Edad Antigua (primeras leyes y religiones), la Edad Media (con sus reyes, su nobleza y su desigualdad social) y la Edad Moderna (“descubrimiento” de América), hasta llegar a la cuestionable Edad Contemporánea. Y digo cuestionable porque desde la aparición de Internet, posiblemente hayamos entrado en una nueva era, la Edad Del Ansia.
Una época en la que nadie tiene tiempo, sino prisa. Las series sustituyen a las películas. Los videoclips a los discos. Los mensajes a las llamadas. Chicos y chicas ya no se invitan a salir, sino que se hacen match. Antiguos amigos sólo intercambian un ‘a ver si nos vemos’. La imagen vence al texto. Los likes son las nuevas palmaditas en la espalda. El tráfico de datos supera las guerras del petróleo. La información se comparte, no se verifica. El consumo rápido de píldoras informativas prima sobre la rigurosidad. No importa la calidad de las piezas artísticas, se prefiere la cantidad. Que sean cortas, pero muchas.
Aunque decirlo resulte doloroso, ya muchos prefieren ver a las personas a través de una pantalla, pues ignoran el rostro de sus acompañantes para observar lo que hacen desconocidos en otros puntos del planeta.
Actualmente una catástrofe de gran magnitud desaparece de la mente colectiva de manera automática cuando el flujo de noticias continúa. El bombardeo de estímulos constante insensibiliza nuestra mente inconsciente. Todo va tan rápido que no hay tiempo ni para arrepentirse. Por eso muchos hacen la compra desde casa por Internet, y así no tener que esperar colas, ni perder su valioso tiempo. Y ahí es donde el marketing online juega su papel. Si el consumidor no sale a consumir, le llevamos los productos a casa.
Siempre estamos esperando el momento en que por fin acabemos ese proyecto que tenemos entre manos para estar felices y sonreír. Pero antes de que eso ocurra, andamos involucrados en nuevos asuntos por solucionar, desplazando así la idílica oportunidad de relajarnos y vivir en armonía con nuestra rutina.
Precisamente la rutina es la mejor máquina del tiempo. Cuando haces lo mismo cada día, el tiempo pasa volando, funcionamos como autómatas. Dejamos de generar fotogramas dignos de ser recordados. La falta de nuevos estímulos que pinten de colores intensos nuestros días nos convierte en pasajeros de un tren a toda velocidad que se dirige a la última estación, sin hacer paradas y con un paisaje repetitivo.
¿Acaso éramos más felices antes de todo esto? Para saberlo tendríamos que preguntarles a nuestros mayores. Por ahora me gusta reflexionar acerca del destino que aguarda tras esta inercia tecnológica que nosotros mismos hemos creado y aceptado.
Jesús Marcos – Art Creative